Se miraban a los ojos embobados pensando que todo el
universo bailaba a su alrededor, que eran inmortales y ese momento también lo
era. Se besaban y sonreían sin imaginar que sus corazones, a pesar de que
fueran diferentes los dos, estaban muertos. Caricias que dejaban cicatrices y
marcas por todas sus tripas despedazando la jaula de las mariposas.
Él tenía un alma caliente, unos cabellos rojo y parecía que
seguiría vivo hasta en la tumba. Ella en cambio parecía la reina de algún país
de hielo, melena pálida, mirada de templada y corazón congelado esperando por
algo de calidez que desvelara verdadero amor tras el frío de su pecho.