jueves, 20 de agosto de 2015

La última supernova (dedicatoria a la distancia)

Se miraban a los ojos embobados pensando que todo el universo bailaba a su alrededor, que eran inmortales y ese momento también lo era. Se besaban y sonreían sin imaginar que sus corazones, a pesar de que fueran diferentes los dos, estaban muertos. Caricias que dejaban cicatrices y marcas por todas sus tripas despedazando la jaula de las mariposas.

Él tenía un alma caliente, unos cabellos rojo y parecía que seguiría vivo hasta en la tumba. Ella en cambio parecía la reina de algún país de hielo, melena pálida, mirada de templada y corazón congelado esperando por algo de calidez que desvelara verdadero amor tras el frío de su pecho.

Ellos lo sabían, pero nunca dijeron nada, hablaban con miradas y se comunicaban con la piel. Cada uno tenía su propia canción que sonaba desde lo más profundo de sus pulmones y se la dedicaban el uno al otro. Lo que no sabían era que esas canciones les destrozarían sus emociones dejándolos ahogados en charcos ácidos de sus propias caras.

Aquel día solo una faz se empapó, solo una derramaba su vida mientras la otra estaba en shock porque había descubierto que podía incluso morir a manos de la ironía del amor. Se abrazaban con fuerza, tan fuerte que sentían la sangre del otro siendo bombeanda, o eso creían, porque en verdad los dos corazones estaban rotos. Sus labios se golpean porque les hacía daño cada ósculo, era como si besaran alambres de espinos y luego derramaran su vitalidad cada vez que se separaban.

Desde que sus ojos se sumergieron en las pupilas del otro hasta descubrir almas errantes y solitarias, sintieron un millón de galaxias en su interior. Ahora sienten como nacen y como mueren dentro de ellos. Pelos alborotados esperando ser peinados por manos ajenas y bocas abiertas esperando a ser cerradas por la boca que una vez se las cerró.

Ellos lo sabían, aquel día era el último de sus días compartiendo espíritus y soñando con miles de aventuras juntos. Aquel día sus tripas se desgarraron dejando un rastro de lágrimas para que otro lo limpiara.

Puede ser, solo puede ser que a día de hoy sigan recordando a su antagónico, su maravillosa historia bajo un nogal de hojas secas y sus córneas bañadas de lluvia de estrellas. Puede ser que nunca se hayan olvidado el uno del otro, que reservaran un hueco en su pecho para una mitad del corazón que se mudó







y puede ser también que esos dos seamos tú y yo.

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