miércoles, 22 de julio de 2015

Flor de Loto

Me parecía que respirar era incomodo, como algo tedioso y aburrido que tenía que hacer siempre. Por eso jugaba con mis amigos a aguantar la respiración y así  la evitaba, nos la pasábamos tan bien… Mi mami me dijo que tenía que parar de jugar a ese juego, y que por eso me habían metido en el hospital. Me sentía tan sola… con esa especie de delantal blanco que llevaban todos y la gente que pasaba sin energía… Rara vez vi a alguien feliz por aquí, y si lo veía se marchaba ese mismo día. Me decían que no podía ni correr, ni jugar a la pelota ni salir si quiera, así que cuando mis amigos venían solo hablábamos y me entregaban la tarea para casa del cole.


Cada mañana me despertaba con muchos pelos en la almohada y los doctores me decían que era por la medicina que me estaban dando pero que no me preocupara por ello. Una mañana me despertó una señora borde que me llevó a una sala gris. Allí  me cortaron el pelo hasta dejarme calva. Con cada mechón que caía me entraban escalofríos y entraba en pánico, chillé entre llantos esperando que mi madre los escuchara y viniera, salí corriendo de allí con una ruta al azar y las enfermeras intentaron cogerme. Caí al suelo tosiendo sangre y me asusté tanto que me paralicé. Cuando lograron tranquilizarme me aislé de todos, no hablé con nadie aquella tarde y no comí nada porque no tenía apetito. Ese mismo día mientras veía el anochecer por la ventana de mi sala observé a un chico que llevaba una bata como la mía, tenía cara triste y alzó la cabeza, sus ojos me encontraron y  yo me escondí por vergüenza. “¿Quién será ese chico?” “¿Qué hacía allí?”… Intenté dar respuestas a esas preguntas hasta que me dormí.

Esa mañana me sorprendí al no tener un pelo en la almohada, pero en seguida me di cuenta de la razón y me entristecí bastante. Me calcé y me dispuse a salir por la puerta para ir a desayunar, pero había alguien en la puerta, no me había percatado. Era el chico de ayer con un ramo de flores, y por su risa, mi cara de asombro debió de ser espectacular. “Las enfermeras me dijeron que no te dejaban salir y que por eso te vi llorando ayer en el pasillo. Te traje estas flores de afuera.” Me salió una lágrima de felicidad, era la primera vez que estaba feliz en este antro. Cuando me dijo que me veía guapa a pesar de no tener pelo se me escapó una risilla bastante tonta. A partir de aquel momento jugamos juntos todos los días, y cada semana me traía algo diferente del exterior.

Todos los días me divertía y jugaba con él a pesar de que me costara cada vez más respirar. En esas fechas aborrecí el respirar, me dolía cada vez más el pecho y había tardes que no lo soportaba. Aun así conseguía pasármelo bien gastándole bromas a las enfermeras y asustando a la recepcionista junto con mi nuevo amigo.

“Hoy tengo algo especial para ti” me dijo una tarde. Me cogió de la mano y me sonrió, creo que me sonrojé cuando lo hizo. Empezamos a correr ignorando los gritos de las enfermeras y de los médicos, cruzamos pasillos, saltamos camillas y pasamos entre las piernas de varios pacientes. Vi la puerta de salida y me aterré al verla pues me estaba prohibida la salida del hospital. No le dije nada pero salimos por la puerta y sentí una brisa de aire fresco que olía a las flores que me había regalado el día que lo conocí. Cuando llegamos a aquel jardín me seguía agarrando la mano, con firmeza pero con delicadeza, caminamos por los alrededores y empecé a sentir como los pulmones me ardían por la carrera que habíamos hecho. Me debilitaba y no podía respirar, se me nublaba la vista y él simplemente cogió una flor y me la acercó a la nariz.  Tosí sangre y caí al suelo, pero él simplemente se quedó ahí quieto tendiéndome una flor que no podía oler. Antes de cerrar los ojos pude ver la imagen más bonita que jamás veré: un atardecer sobre un jardín lleno de flores de colores y el mejor amigo que pude tener.

Cuando desperté estaba en mi habitación del hospital rodeada de mi familia, y todos estaban felices. Me levanté de la cama ignorándolos a todos y busqué a aquel chico que me hizo feliz cuando solo podía estar enferma. Me dijeron que nunca habían visto a aquel muchacho pero que habían dejado una carta para mí. En esa carta él se despedía de mí y me explicaba que la flor que me tendió representaba la pureza, que aquella Flor de Loto me había sanado.
“…Yo nunca he existido ni existiré, solo vine a aliviar tus penas. Estaré a tu lado cuando tosas y curándote cuando tu salud entristezca. No te olvides de mí.

San Rafael”

No hay comentarios:

Publicar un comentario