Para mí tus noches eran mis días, un par de horas más de
vida. Una vida malgastada en proverbios chinos y rosas de un euro cada
amanecer. Una sonrisa compartida, ahora me daría repelús. Al contemplar
nuestras vidas bifurcarse como si fueran una carretera pienso en lo poco que
disfrutaste compartiendo mis dedos. Un mediodía de canciones desafinadas y
tazas de té rotas.
Como siempre y como estúpido yo volvía a ti, o tú a mí,
nunca me quedó claro. Pero sí pude saber que en cada milagro que sucede entre
dos personas, lo nuestro fue como aquel accidente que tus padres llamaron “nuestra
hija”. Parecía que seguirías lamiendo de mi sangre mientras yo te miraba,
pensando que era normal, pues todavía soy joven e inocente. Mas las curvas de
tu cabello solo hicieron que me cayera de mi monopatín desapareciendo en un traumático barranco de agonía y podredumbre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario